El pastor
Fiuuuuuuuuunnnnnnnnnggg. ¡Plac! - Joder. Me van a disculpar si la expresión no la consideran épica, pero fue justamente eso lo que salió de mis labios aquella mañana de octubre de 1704. En mi descargo he de aclarar que yo, y otros trescientos y pico voluntarios –éramos quinie, pero a esas alturas de la mañana ya habíamos perdido un gran número de ellos– estábamos siendo acribillados a balazos por los ingleses. Los rubitos venían con ganas de cobrarse el susto que les habíamos dado de amanecida, robándoles la posición en una inesperada y sorprendente acción militar que les metió a quinientos voluntarios españoles en plena cresta del monte de Calpe, o sea, en pleno Peñón de Gibraltar, en teoría plaza inexpugnable. Quinientos, oigan, que se dice pronto. Por sorpresa. Que tenían ustedes que haberles visto la cara a aquellos rubitos con los ojos claros y desorbitados y las mejilla...