Su manifiesto, que fue también el mío y debería ser el de todos.

Ayer, 25 de noviembre, Día de la Violencia de Sexo, mis alumnos leyeron ante el restos de compañeros de su Instituto un manifiesto que entre todos lograron redactar, con alguna que otra mano correctora en la sombra.Hoy lo publico aquí, por si conseguimos que su voz se oiga más allá de los muros del IES KURSAAL. Que lo disfruten. Y si les gusta, lo compartan. 


MANIFIESTO CONTRA LA VIOLENCIA DE SEXO
ALGECIRAS, 25 DE NOVIEMBRE DE 2015

Desde que el mundo existe, muchos seres han creído ser superiores a otros, mejores que otros. Y, paradójicamente, esta creencia irracional, este pensamiento absurdo ha sido patrimonio exclusivo de la más avanzada especie, la más evolucionada, la única con capacidad racional: la especie humana. Y, por si fuera poca la paradoja, ese afán de superioridad, al que acompaña una ancestral necesidad de sometimiento e imposición, no solo se da en la relación con el resto de seres vivos, sino muy especialmente entre los propios seres humanos, en una locura desmedida que termina germinando siempre en violencias.

            Una de esas violencias que mana de ese comportamiento tan antiguo como repugnante es el caso de la violencia de sexo o de género. Esa violencia triste, dramática y criminal que anida en el corazón de algunas personas, alimentándose de sus miedos, sus celos, sus debilidades… convirtiéndolos en una cobarde bola de ira y rabia que lanzan contra la persona a la que un día quisieron –o creyeron querer–. Violencia que no sólo daña la piel y la carne, sino que desgarra lo más hondo de las personas: sus corazones. A la agredida, por cuanto le derrumba a golpes, insultos y amenazas aquella vida feliz con la que un día soñó; y a quien maltrata, por envenenarle el alma con odios que lo convierten en alguien distinto, peor, menos humano, para siempre.

            Y como siempre ocurre, con esas heridas tan profundas, es difícil buscar la cura. El miedo a nuevas agresiones o, el aún más terrible, de perder las últimas esperanzas de poder seguir siendo feliz junto a la persona amada gracias a algún milagro que nunca termina llegando, impiden a las víctimas escapar de ese infierno de odios, golpes y acoso. El miedo, siempre el miedo, blindado siempre con una coraza de amenazas, humillación y control psicológico.

            Cuesta creer que en un mundo en el que se han conseguido nuevas tecnologías impensables hasta el momento y nuevas explicaciones para lo antes desconocido, siga habiendo problemas en algo tan básico como el respeto mutuo entre ambos sexos. Y sin embargo, esta sinrazón acumula una cifra alarmante de nombres de personas que la sufrieron hasta el extremo de la muerte: alrededor de sesenta mujeres al año mueren víctimas de malos tratos en nuestro país. Y son muchas, muchísimas más, las que, víctimas de la misma violencia, no logran romper el silencio y denunciar el daño que las mata día a día.

            Esta violencia ha sido y sigue siendo un delito invisible, una barbarie oculta en lo más hondo de las personas, cegadas por los gruesos muros del miedo y la desesperación.
            Por eso solo queremos, en este pequeño recuerdo a todas esas víctimas, unir nuestros corazones y decir:
¡SED VALIENTES!
¡SED FELICES!
¡VIVID!

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