Carta abierta a un ignorante.
Mi no estimado señor (@CORONA3_323):
Si los tontos volaran, en este país viviríamos en la sombra. Palabrita. Créame. Y se lo digo a usted, en confianza y sin acritud. Como quien comparte una impresión muy personal sin tercerías ocultas.
Como ve -lo prometido es deuda-, aquí estoy, cumpliendo. Rebasando los ciento cuarenta caracteres que Twitter nos imponía para decirnos las cosas claras. Usted ya lo hizo y, aunque me temo que sus cosas no estaban muy claras, al menos tuvo la oportunidad de desahogarse a su manera. Y ahora me toca a mí. A la mía.
Le respeto, profundamente además, como persona mayor que es, como trabajador que ha sido y como paisano de esta casa de locos que todavía, milagrosamente, sigue llamándose España. Pero, a pesar de todo, le considero a usted un perfecto idiota. Un bocazas. Un bravucón de tres al cuarto, que se ha crecido detrás de un teclado, pensando que Twitter democratiza todas las opiniones convirtiéndolas todas en buenas y plausibles. Eso le ha alentado a opinar sin criterio, a defender ideas sin tenerlas propias siquiera y a ladrar más que a pensar. Y se metió en un berenjenal en el que solo consiguió poner en evidencia sus carencias, su falta de conocimientos y su soberbia.
Porque, triste reflejo de Robespierre, hay que tener mucho morro para ir defendiendo por la vida ideas que, según asegura en su blog, ha aprendido en distintos blogs. Y no contento con eso, asegura que con semejante bagaje cultural, usted esta autorizado no sólo para no creerse un inculto, sino para acusar a otros de serlo sólo por sus prácticas religiosas y -ahí remata usted el número de payaso con maestría-, para lamentar que tengamos derecho a voto aquellos que profesamos una fe, porque según usted nuestra capacidad intelectual devalúa nuestra capacidad para ejercer la democracia. Ciudadanos de segunda, o sea, nos llama su jacobina excelencia. Y para muestra, un botón.
Y podría seguir, por ejemplo, citando su desprecio hacia la "gente de letras" porque, según asegura son los "de ciencias" quienes mueven el mundo hacia el progreso, apostando como apostaban los positivistas del XIX por el hombre fáustico, el hombre de acción frente al idealista y teoricista. Con la salvedad de que entre los positivistas y usted media, cuanto menos, cien años. Largo tiempo en el que quedó demostrado, más pronto que tarde, los riesgos, carencias y errores que conllevó aquel pensamiento materialista y engreído. Lea un poco, que lo comprenderá mejor.
Porque ese es el problema, camarada. Que usted es de pocos libros -quizá ninguno- y mal leídos. Que usted lo que tiene es un cabreo monumental por las condiciones cochambrosas en las que lo jubilaron, por haber tenido que najarse de su tierra para buscarse el pan o vaya usted a saber. O simplemente es que usted es tan español, que mantiene vivo ese odio abrasador con el que nacemos en este país y que nos lleva, si no lo mantenemos bajo control, a odiar al prójimo de la manera más visceral y estúpida. Sin más. Una vez leí que lo mejor que se nos da a los españoles es salir en los cuadros de Goya. Y usted daría un perfil hermosísimo en "Duelo a garrotazos". La cosa, es que usted ha caído en la trampa que le han tendido otros que se aprovechan de su ignorancia. Le han hecho creer, con su propia colaboración, que basta con abrir una cuenta en Twitter y opinar para que esa opinión sea respetable. Pero ya ve que no. Respetable hacen las opiniones cuando son lógicas, racionales y respetuosas. Cuando hay criterios detrás que la sustentan, no cuando solo son movidas por una ignorancia galopante que mal disimula su soberbia y su ruidosa y visceral combatividad.
En cuanto a si quiere criterios que rebatan sus afirmaciones en Twitter ("La Iglesia arruinó al imperio español", "puedo afirmar que mayor fe mayor atraso [sic]", o su tuit estrella en el que nos recomienda a los andaluces "menos siestas", cayendo en el típico tópico), podría hacerlo. Podría hablarle de la multicausalidad de los procesos históricos, la complejidad del desarrollo de eso que llamamos política, economía, sociedad, población, cultura con cuyos hilos el tiempo va tejiendo la rica, compleja y a veces terrible Historia. Pero todo eso me ha costado años de estudio y cerros de libros leídos. Opinar me ha salido caro, camarada. Demasiado como para ir compartiéndolo con el primer imbécil con aires de bravucón que empieza a insultarme y despreciarme sólo por ser andaluz y católico. Así que si quiere dejar de ser un imbécil, lea libros que fue lo que hice yo. Fórmese. Hágase con unos criterios que le permitan sustentar una crítica. En mi blog tiene usted unas recomendaciones que hice hace tiempo. Que le aproveche, camarada.
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