El Encuentro Nacional de Jóvenes Cofrades
Hay quien dice que los cofrades somos más inclinados al folclore que a la cosa espiritual. Que tanto es así que por pequeños matices en la estética somos capaces de abrir abismos insalvables con otros cofrades de la misma ciudad: una advocación distinta, una iconografía distinta, un pequeño matiz a la hora de poner la cofradía a la calle lo usamos, dicen, como fundamentos irrebatibles de una ineludible diferenciación; cuánto más, imaginen, cuando hablamos de diferentes regiones del país. Irreconciliables, aseguran. Distintos.
Eso dicen algunos, pero yo sé que no es verdad. Yo sé que la realidad es otra. Yo sé que cada primavera Dios sale a mi encuentro en las calles de mi ciudad, hablándome con acento andaluz, con mis maneras. Yo sé que a mí Cristo se me hace cercano cuando la primavera estalla en un festival de olores, colores y calores sin los que no llegaría a entenderlo como lo entendiendo. Es Él quien se acerca a mí, haciéndose a mí. Y sé que hace lo mismo con todos nosotros. Sé que en Cartagena Cristo viene al encuentro de los suyos entre luces, flores y caramelos; sé que en Lorca viene anunciado por jinetes engalanados y sé que en Palencia la emoción rebosa los ojos de los tararús cuando Cristo se entrega a las Tinieblas. Sé que en Zamora Cristo habla desde el más sencillo de los silencios y sé que en otros muchos lugares de España Cristo toca los corazones de los cofrades del modo exacto en que los cofrades necesitan que les toquen el corazón.
Dicen que los cofrades somos más folclóricos que otra cosa. Que no creemos más que en las formas, en el deleite frívolo de la estética de cada zona. Pero yo he estado en el Encuentro de Jóvenes Cofrades, y me he sentido semejante a otros que no conocía. O más que semejante. Igual. Hermano de hijos de un mismo Padre. Yo fui al JOHC’2014 y volví más cofrade aún. Yo fui siendo costalero de Jerez, y me vine siendo Californio –y un poquito marrajo– de Cartagena, Azul y Blanco de Lorca, rociero de Barcelona… Yo hice 800 kilómetros para ir a Cartagena y cuando llegué, llegué a mi casa y estuve con mi familia. Una familia grande, enorme y valiosa que se llama Iglesia y que se hizo hospitalaria con un obispo bonachón que no solo nos acogió sino que nos acompañó.
Yo fui al JOHC’2014 y no sé, de tantas cosas buenas que viví, qué destacaros. Yo aprendí con la ponencia de Milagros y disfruté con las intervenciones de los ponentes con los que tuve la fortuna de compartir aquella mesa. Aprendí sobre redes sociales y cofradías y me sorprendí con el inmenso trabajo de los chicos del Cimbalillo en Palencia. Disfruté con el concierto de marchas y viví con entusiasmo la Eucaristía del sábado que fue todo un testimonio de comunión. Pero de todo, quizás, me quedo con la gente. Con las tertulias improvisadas, las sonrisas anónimas, la complicidad en la mirada de quienes, sin conocernos, nos supimos conectados. Ése fue el tesoro que me traje de allí: la gente. Saber que no somos pocos ni somos distintos en el fondo.
Hay quienes dicen que somos frívolos porque nos quedamos en las formas. Y quien lo dice lo hace porque no sabe que, precisamente, nuestras diferencias son lo único superficial en nosotros. Quizás porque son quienes dicen eso, los únicos incapaces de ver más allá de lo superficial y lo frívolo. No saben lo que se pierden. No saben lo que se perdieron el pasado octubre en Cartagena. Gracias a Dios, cuatrocientos cincuenta cofrades sí lo supieron. Bendito sea Dios.
Dios sale a mi encuentro en las calles de mi ciudad, hablándome con acento andaluz...y a los que no hablan con acento andaluz, ¡que les den por le culo..¿no?..¡joder que Dios mas elitista tenéis...
ResponderEliminarYo se...yo se...lo que yo se, es que la mayoría de vosotros sois mas falsos que una moneda de dos caras, abogáis por la la vida del no nato, e ignoráis la desgracia del ya nacido y que no tiene para comer o lo remediáis con una misera limosna...nada de cambiar el sistema, no sea que se vean mermados nuestros privilegios..... sepulcros blanqueados, que diría vuestro líder.